La terapia de resincronización cardíaca (TRC), ha demostrado una reducción de la mortalidad y de los episodios de hospitalización, así como una mejoría en la calidad de vida, en un determinado grupo de pacientes con insuficiencia cardíaca (IC). Sin embargo, éstos presentan una gran heterogeneidad pronóstica y la probabilidad de progresión a estadios más avanzados de la enfermedad es muy variable. Actualmente, nuestra capacidad para identificar en el grupo de candidatos al implante de un TRC a aquellos que se caracterizan por un mayor riesgo de muerte o de necesidad a corto plazo de otro tipo de terapias [como el implante de un dispositivo de asistencia ventricular izquierda (en inglés, LVAD) o la realización de un trasplante cardíaco (TC)] es limitada.