Betabloqueantes en el tratamiento de la hipertensión arterial
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Los betabloqueantes son menos efectivos que otros antihipertensivos en la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular en pacientes con hipertensión arterial esencial. Messerli y cols, en 1998, encontraron que los diuréticos eran superiores a los betabloqueantes en todos los end points duros cardiovasculares. Los betabloqueantes solo eran igual de efectivos que los diuréticos en reducir el riesgo de eventos cerebrovasculares pero eran menos efectivos en prevenir la enfermedad coronaria, la mortalidad cardiovascular y la mortalidad total. En la actualidad hay acuerdo casi unánime de que los betabloqueantes ya no son una terapia apropiada de primera línea en el tratamiento de la hipertensión no complicada.
El informe 2003 del Joint National Committee recomendó el uso de diurético tiazídico como fármaco de primera elección en el tratamiento de la hipertensión arterial no complicada pero señalaba que los betabloqueantes eran una alternativa razonable en pacientes con insuficiencia cardiaca, posinfarto, riesgo alto de coronariopatía o diabetes mellitus. Tan solo unos meses tras su publicación, destacados expertos en el campo de la hipertensión volvieron a insistir en que había llegado el momento de dejar de considerar a los betabloqueantes fármacos de primera línea en el tratamiento de la hipertensión no complicada.
Las Guías 2004 de la Sociedad Británica de Hipertensión colocaron a los betabloqueantes al mismo nivel que los IECAs y los ARA-II en el tratamiento inicial de los hipertensos menores de 55 años y de los hipertensos de raza no negra, aunque destacaban que estudios recientes habían encontrado que los betabloqueantes incrementaban el riesgo de diabetes comparados con IECAs y ARA-II, por lo que no los recomendaban en pacientes con alto riesgo de desarrollar diabetes (historia familiar, obesidad, intolerancia a la glucosa, síndrome metabólico).
En el 2006, la Sociedad Británica de Hipertensión emitió un posicionamiento en el que se manifestaba claramente en contra de que los betabloqueantes se usaran como terapia de primera linea en la hipertensión. Sin embargo, las Guías 2007 de la Sociedad Europea de Cardiología siguieron considerando a los betabloqueantes como una opción de primera linea para el tratamiento de la hipertensión, aunque afirmaban que debido a que aumentaban el peso, tenían efectos adversos sobre el metabolismo lipídico y aumentaban la incidencia de diabetes, no debían ser los fármacos de primera elección en pacientes con múltiples factores de riesgo metabólicos.
Los efectos colaterales de los betabloqueantes son evidentes: 1) precipitación de diabetes; 2) poco efecto sobre la regresión de la hipertrofia VI; 3) probablemente no mejoran la función endotelial; 4) ganancia de peso; y 5) disminuyen la capacidad de ejercicio.
Por cada infarto o ictus prevenido en el estudio Medical Research Council, 3 pacientes tratados con atenolol suspendieron el fármaco por impotencia y 7 pacientes lo suspendieron por fatigabilidad.
En 2005, el atenolol era el cuato fármaco mas prescrito en los Estados Unidos.
En la actualidad hay acuerdo casi unánime de que los betabloqueantes ya no son una terapia apropiada de primera elección en el tratamiento de la hipertensión no complicada. En un metaanálisis sueco se cuestiona incluso que protejan contra el ictus igual que otros antihipertensivos. Los betabloqueantes solo deben usarse en la insuficiencia cardiaca sistólica, en el posinfarto y en caso de taquiarritmias.
Kaplan NM. Beta-blockers in hypertension. J Am Coll Cardiol 2008;52:1490-91 [JACC]
Autor: JO